domingo, 9 de enero de 2011

05 de enero de 2011

El momento del día que más me gusta, lejos, es el desayuno. El café de Laos merece una mención honrosa: es dulce, grueso, fuerte y reponedor. El pan, lo sirven calientito y crujiente. Es poco exótico esto que describo, pero por lo mismo, más familiar y grato.
Hoy fuimos de paseo, compramos los tickets para Vietnam y decidimos pasar nuestra última noche en Laos en un hotel mejor, con vista al Mekong. Me parece estupendo. Vimos la habitación y era limpia, perfumada, iluminada, ventilada. Quiero que sea mañana. Lo otro bueno es que por fin pudimos enchufar mi netbook y conectarnos a internet. Nos comunicamos, pagamos cuentas, y es heavy la sensación, porque me meto en onda computador y altiro adquiero un ritmo distinto, acelerado. Trabajé un poquito en una pedida de HK y no me costó tanto.
Fuimos a almorzar Laap, que es un plato típico de la zona que nos recomendó un gringo, que luego cachamos medio pederasta. Era rico, pero demasiado fuerte y cítrico para mí (el plato). Pedimos un tercero de otra cosa y lo sirvió Frida Kahlo en persona. He visto un par de escenas acá y en Tailandia que me hicieron pensar en prostitución y pedofilia. Pasa piola, pero uno desconfía de lo que ve y le duele la guata.
Por otra parte, yo me he dado cuenta de mis prejuicios contra los orientales y su comida. Desconfio bastante de lo que me sirven, de cómo lo hicieron, con qué, de la higiene, sobretodo porque los gatos y otros animales conviven entre mesas y cocinas de los restaurantes. El otro día vi a un gringo que tenía un gato en su falda y lo acariciaba mientras tomaba café. Así es la cosa, con el tiempo uno se va flexibilizando. El Edo fue a subir un cerro que es como el Santa Lucía, mientras yo me quedé trabajando en la guest house. Llegó sincronizado cuando yo estaba terminando de mandar los mails.
Ah! es chistoso que el hotel pituco que reservamos esté justamente en la misma calle en que está la guesthouse en la que nos estamos quedando, lo que descubrimos al doblar la esquina, justo después de hacer la reserva.
La gente acá tiene unas costumbres bastante molestas. Escupen mucho en la calle, en el bus, en cualquier parte. Se suenan con la mano, se intrusean la nariz profunda y concienzudamente y se pican los dientes.
Hemos tomado pocas fotos y resulta que como dice el Edo, aquí las fotos pasan a cada rato. Igual uno quisiera retratar más de lo que finalmente lo hace, más que nada, por respeto. Bien, las mejores fotos son siempre las que no se toman.

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