domingo, 16 de enero de 2011

10 de enero de 2011

Anoche llegamos a Danang y estaba nuestro taxi para partir a Hoi An. Al llegar al hotel fue  un poco raro porque el tipo de la recepción era como acelerado, nos pedía insistentemente firmar un papel todo arrugado y quedarse con nuestros pasaportes. Se los dejamos con dolor de guata, el Edo no durmió nada pensando en que todo había sido un montaje. Yo también lo pensé, pero igual dormí a pata suelta en la mejor habitación en la que hemos estado en estas vacaciones. Y en la mañana había desayuno buffet. Mejor!!!

Ahora está el Edo en Skype hablando con su familia y más rato nos vamos a encontrar con Romo y Wenz. Quiero fumar pero estoy sin encendedor. Puta!.

El hotel está lejos, pero vale la pena. Caminando por la ciudad fuimos viendo cómo es Hoi An, puro, puro comercio!...Y qué venden? Ropa y zapatos, principalmente, HECHOS A LA MEDIDA.

Yo ví un par de abrigos y ropitas que me gustaron, pero de lo que me enamoré fue de unos zapatos tipo bruja, de miles de colores.

Atravesamos el río y nos tomamos un tecito mientras esperábamos. En realidad el Edo no tomó té, sino un café amarguísimo. Mientras se fue a buscar a sus compañeros, yo me quedé sola en el café, y la vietnamita que atendía se me instaló a meter conversa. Me preguntó de donde era, que si el Edo era mi marido, que cuanto tiempo estábamos casados, que si teníamos hijos, heavy. Yo le di todas las explicaciones que me pidió y más. Era sociable, divertida y muy tocona, lo que me llamó la atención. Debe ser que es de una ciudad costera.

Ya. No encontramos a los estos y fuimos en su busca. Cachamos el puente japonés y resulta que nos querían cobrar por pasar, cuando el Edo ya había pasado gratis minutos antes. Filo. El Edo se acordó de que no había confirmado la juntá y se metió a un cyber café en el que justamente se encontró con los cabros. Partimos los cuatro cminando con rumbo incierto, luego nos sentamos a tomar café y a ponernos al día de las travesías y peripecias respectivas. Luego volvimos a pasear, con el Edo nos metimos a sapear una feria y nos pedimos. Entregados, nos dedicamos a recorrer y a ver lo lindo que es este pueblo. Encontramos unas poleras chorísimas y nos las pusimos al tiro.

Después fuimos a almorzar al Mermaid, y nos volvimos a encontrar con los chiquillos y esta vez con las chiquillas también (la Nico y la Bea). La Nico es la señora de Wenz y la Bea es una chilena con pasaporte alemán o una alemana con pasaporte chileno, no lo tengo muy claro, pero sé que anda viajando hace 5 meses por el mundo. Muy simpática, muy liviana.

Los del grupo quisieron ir a la playa, arrendamos unas bicis y partimos. La verdad es que yo estaba media apanicada con la idea porque típico que ando en bici y quedo toda moreteada. Pero en fin, le di no más y estuvo entretenido, uno en este tipo de situaciones ve cosas que de otra forma nica. Nos adentramos un poquito más en cómo vive la gente, en los cultivos de arroz y hasta en un cementerio, dentro del que andaban pastando unos búfalos (!). Fue entretenido, vuelvo a decir. No logramos encontrar el camino a la playa, y ya que estaba cayendo la noche, tuvimos que volver.

Mientras los demás hacían una parada, con el Edo nos fuimos al pueblo a hacer más hora y seguir conociendo. Yo me había entusiasmado con lo de los zapatos, así que fui por ello, y me mandé a hacer unos, miércale. Es loca la cuestión, porque te miden la pata pelá entera y como me recomendó sabiamente el Edo hasta pedí que les pusieran por dentro los 0,6 mm que me faltan de la pierna derecha para paliar mi cojera.

Luego vimos un maniquí con una chaqueta piola pal edo, lo convencí de probársela y le quedó perfecta, así que se la regalé. Después nos encaminamos hacia "Mango", restaurante en el que nos encontraríamos con los demás. Resulta que era super bonito, de muchas mezclas, paredes turquesa, muebles en azul y rojo y música en español y portugués. De hecho, tocaron Buena Vista y confirmamos ser los protagonistas de esta película.

Nos dieron de bienvenida una especie de papas fritas que no eran papas, con un pebre que no era de tomate, sino de mango y otras hierbitas un poco picantes. Delicioso. Lo único malo fue que los precios estaban en dólares, entonces nos iba a salir un poco caro, o sea, como en Chile. Nos tomamos unas chelas y nos comimos un  par de cuestiones picantes, pero ok.

Al llegar los demás, los pusimos al tanto de los precios y nos cambiamos a un bar de al lado, que tenía terraza. Esta noche nos tomamos sus buenos ron, que no estaban buenos, pero salvaron.

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