miércoles, 12 de enero de 2011

Continuación y cierre del 07 de enero...

Bueno, lo del corte de pelo ya pasó y resultó que quedó bastante bien. El Edo dijo que le gustó y que vendría a cortarse siempre acá. De ser así, lo acompañaré.
Ahora estamos en el aeropuerto esperado el avión que nos llevará a Hanoi. El lugar es bien humilde y básico, pero cómodo al fin y al cabo. Ya terminamos de traspasar esta primera parte de la bitácora al PC, ahora estoy agregando unas notas y bueno, nos vamos a encontrar al llegar.
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Welcome to Hanoi!!!!

Primera vez que la trastienda de una ciudad me gusta tanto. La arquitectura es delineada y fina, como dibujada con pluma. Hay una influencia francesa sin duda, en los detalles y terminaciones. Los edificios son flacos, flacos, llenos de fruslerías, medios arcos y las ventanas con muchas divisiones. Los balcones rebosantes.  Rayé de verdad con la línea general y detalles de cada edificio. Es realmente bonito.
Nos habían dicho que acá era caótico y la verdad, lo es. Desde el aeropuerto a la ciudad es lejos y uno ve rápidamente que el tema del transporte es un problema. Está lleno de motos e independientemente de sus dimensiones,cada vehículo toma la ruta que le place, sólo bocineando para conseguirla.
En el camino vimos unos motoristas que llevaban atrás unas jaulas grandes, ambos miramos con detención a ver qué llevaban en ellas y casi morimos al ver que eran muchos, muchos perros puestos para todos lados, amontnadísimos. Imposible describir lo que cada cual imaginó con esta escena. Yo puedo decir que que decidí inmediatamente hacer un menú vegetariano o marino mientras dure mi estadía en esta ciudad.

Bueno, se supone que hay que desconfiar por acá porque hay más tendencia al engrupe y al cuento, tal como en Chile, creemos.

El  centro de la ciudad es un desbarajuste total, repleto de motos, autos, bicicletas, comercio, gente, dentro y fuera de cada edificio... una locura ruidosa de bocinazos, comida, humo, mascarillas, y convive en cada centímetro lo nuevo y lo antiguo de una manera que no había visto nunca.

Cada esquina es un riesgo real. La única forma de cruzar la calle es tirarse apenas veas un espacio. Nosotros, los western, corremos, ellos van lento, asumiendo que cada cual hará lo suyo. Es violentísimo y a la vez, armonioso.

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