domingo, 9 de enero de 2011

04 de enero de 2010

Qué viaje, mai goch. Se suponía que el pasaje que compramos era para un bus VIP, pero era una micro cualquiera en la que te daban una frazada como gran cosa.
En la van que nos llevó a la frontera ya habíamos andado más o menos con el olor a pata infernal, pero en la micro el malestar se elevó al cuadrado. Entre olores varios y sacos de arroz emprendimos un largo y enrevesado viaje que duraría 20 horas. Menos mal que la ucraniana guapa nos dejó sentarnos juntos y lamentablemente para ella, que quedó junto a la única oriental que daría múltiple uso a la bolsita que nos entregaron en caso de mareo.
Dormimos a ratos, como palo. Mis pobres piernas y moretones se resintieron. No es recomendable hacerlo de nuevo, pero no deja de ser interesante haberlo hecho porque vimos cosas que de otra manera imposible. Laos es pobre, pobre. Al empezar el camino me pareció igual a nuestra pobreza chilena, pero no, no es igual, más que nada porque durante horas y kilómetros el panorama sigue igual. Gente en los patios haciendo fuego, entre pollos y perros, de pies decalzos, vestidos con lo que haya... pero igual celebrando a veces, incluso subiéndose al bus a repartir chela despidendo a una que se iba. En eso si se parece a  nuestra probreza: se comparte lo poco que se tiene y se riega con copete para paliar la carencia.
Yo pensaba en muchas cosas mientras el viaje seguía. Pensaba en mi ansiedad e inseguridad, en mi cuerpito adolorido, en lo inseguro del camino y de las condiciones en las que viajábamos, en lo miedosa que me pongo con lo nuevo y distinto, y en la aventura que todo esto implicó.
Cuando llegamos finalmente al terminal de Luan Prabang seguía siendo todo más bien gris, bastante feo y precario. No habíamos cambiado plata, y como siempre, el Edo lo resolvió pagando en Baths (lo que antes habíamos aprendido con el amigo que nos tendió  una mano en la parada para comer) al tuk tuk que nos trajo al hospedaje que ni siquiera habíamos reservado, pero que logramos obtener. Esta parte de la ciudad sí que es bonita y tiene un olor temucano que nos encantó. Tomamos un desayuno rico y empezamos a disfrutar de lo tranquilo y hermoso que es Laos, al fin. Gracias a la influencia francesa acá tienen un muy rico pan y pastelería. Bacán! Estaba chata del arroz.

2 comentarios:

  1. ay! amiga!!!! tantas aventuras... 20 horas arriba de una versión Laos de la matadero palma da para pensar en muchas cosas.... no muy seguras ni aliviadas que digamos... lo bueno de todo esto, además de la increíble experiencia es que la están viviendo juntos. de la manito se pierde el susto...

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  2. Le tenía la mano morada al Edo, pero ya se la estoy dejando volver al color normal. De a poquito, si los procesos míos sn lenttos, pero van.

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