domingo, 16 de enero de 2011

11 de enero de 2011

En la mañana había un poco de caña.

Nos levantamos y fuimos camino a buscar mis zapatos donde Chung. En el hotel prestaban bici, así que le dimos. No estaban listos los zapatos, y tras varios "5 minutos", mejor decidimos volver tipo 12.

Se me había olvidado comentar que en todos los pueblos en los que hemos estado la gente trata con mucho cariño a las guaguas, más que a los niños, con los que son más duros.

Ahora vamos rumbo a Hue, que se supone que es una ciudad que es como espiritual. Estamos viajando en bus, y estos weones manejan tocando la bocina igual que los de las motos.

Que más. Cuando hay matrimonios lo que hacen es que enchulan la entreda de la casa o el negocio, con carpas, cintas y flores y listo, adentro baquete para todos. Hoy habían hartos matrimonios en la ciudad, Romo preguntó y le contaron que es porque la conjunción de la luna  hace que esta sea una buena fecha, de suerte.

Frente a cada casa, o frente a la mayoría, está la bandera roja con estrella amarilla. Junto con ella, o sin ella, suelen poner un puñado de varitas de incienso en cada lugar. Acá no escupen tanto o tan vehementemente como en Laos, pero tocan más la bocina.

LLegamos a un Hue más bien frío y garuoso. No me esperaba que fuera tan citadino, de verdad. Es como cualquier calle entre Mc Iver y Santa Rosa, pero más amplia. Nuevamente harto comercio y harta moto, pero con más semáforos.

Fuimos a comer algo donde el Señor Cu, quien era un fotógrafo del alma. Entonces, mientras comíamos y después, miramos muchas lindas fotos con escenas de personas y lugares. La comida no era buena en verdad. El señor Cu debiera dedicarse a la fotografía mejor.

En la noche me apliqué pasando al limpio algunas notas y revisando correos.

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