domingo, 9 de enero de 2011

01 de enero de 2011

Finalmente estuvimos en el aeropuerto de Melbourne desde las 11 de la mañana hasta las 18.30, hora en la que salimos para Bangkok. Fue un viaje largo y duro, de 9 horas, aunque nos dieron harta comida de verdad estábamos agotados.
Yo tenía ya algunas picaduras de zancudos y otros producto de mi atracción fatal hacia los insectos...las que tenía en la pantorrilla estaban feas y se pusieron peores. Me salieron un par de ampollas gigantes que no mejoraron las cosas.
Llegamos a Bangkok tardísimo, de madrugada. Tratamos de ver qué hacer con los pasajes perdidos a Chiang Mai, pero las oficinas estaban cerradas ya que eran las dos de la mañana hora local. Eso nos significó esperar hasta las 5 AM, vagando por el aeropuerto, sin saber si lograríamos o no conseguir pasaje, ya que según la información on line de las líneas , no habrían vuelos sino hasta las 17 hrs. Yo estaba cansada y adolorida de mis ampolllas y el Edo ajetreado de un lado para otro buscando soluciones. Es mi héroe.
Como nota al margen puedo decir que el aeropuerto de Bangkok es bastante grande y que el policía que me dio visa para entrar me agarró pal webeo, cantando "Chi-chi-chilean". No le caché la sutileza de su humor.
Finalmente logramos viajar a las 6 de la mañana con Thai, la misma línea en la que perdimos el vuelo el día anterior. Ellos, con costo cero nos ubicaron en otro vuelo, que estaba inicialmente lleno pero en el que mágicamente se desocuparon dos asientos. Había bastante más gente en lista de espera, al igual que nosotros, pero por alguna bendita razon nos dieron preferencia. Recuperamos la suerte!.
La aerolínea THAI da aguna impresión general de los tailandeses: muy coloridos, suaves, sonrientes. Fue un vuelo corto, cómodo y reconfortante.
Llegar a Chiang mai fue raro un poco. Lo encontré parecido a Santo Domingo, República Dominicana un poco. Es bien desordenado y bastante sucio, pero tiene justamente ese mismo encanto. El hotel en que nos quedamos es una maravilla, limpio, oloroso, lindo.
Llegamos el día de año nuevo, y la verdad aunque estábamos reventados, salimos de inmediato a recorrer. En la noche parecíamos dos trapos, pero nos pusimos lindos y salimos a buscar donde celebrar.
En el camino, me tropecé y me saqué la chucha. Sumé a mis ampollas del pie derecho, la rodilla derecha y el pie izquierdo moreteados e hinchados como sapo. No estaba terminando muy bien el año, pero claramente debido a que estaba pasando por todos estos cambios demasiado rápido. Nota mental-corporal:tengo que darme tiempo.
Después que me caí, me dio por llorar. El Edo estaba entre nervioso y enojado y yo me sentía una total molestia. En eso nos encontramos con lo de los globos de papel, e inmediatamente compramos y encendimos uno y lo tiramos al cielo. Yo pedí por nosotros, y se me fue pasado la sensación de porrazo y demás.
Los lugares para cenar estaban llenos y sin espacio. Caminamos bastante y finalmente encontramos un cafecito en el que una familia estaba disfrutando de su cena y en el que cordialmente nos convidaron a entrar. El que atendía era el dueño, Tao, un tipo encantador que nos acogió como si fuéramos parientes; nos tomamos unas chelas, que era lo único etílico que podía vender, pero para acompañar nos dio de comer gratis de su propia comida, nos pasó hielo para mi rodilla, con una amabilidad genuina y la cara llena de risa.
Cerca de la hora del año nuevo tratamos de irnos a otro lugar, con vista al río, pero finalmente terminamos volviendo donde Tao, porque lo que no tenía en vista lo tenía en corazón, y era lo que en ese momento necesitábamos más que cualquier otra cosa. Nos invitó a un puente que estaba cerca para mirar los fuegos artificiales, y siendo las 0.00 hrs., fuimos los únicos que se abrazaron. Le enseñamos la tradición a Tao y a su mujer, con guagua incluida, quienes recibieron los abrazos algo incómodas pero entregadas.
Antes de esto habíamos encendido dos globos más, uno más por nosotros y otro por la familia y amigos. Eran tres originalmente, pero el Edo le regaló uno a unos gringos de procedencia fonéticamente desconocida que estaban tan entusiasmados como nosotros.
Volvimos al hotel temprano, pero contentos. Sin duda, fue un año nuevo especial, aunque absolutamente arbitrario, como dijo el Edo.
Qué más... bueno, andar en TUK TUK es una experiencia interesante. Uno va echado para atrás y entregado a las maniobras de quien va al volante. Es demasiado pintoresco. Cada tuk tuk te cobra de acuerdo a lo que necesita o bien a lo que percibe puedes pagar yo creo. Por el mismo trayecto, hemos pagado desde 50 a 200 baths.
Nadie cacha a Chile por acá. De hecho, creemos que somos casi los primeros y únicos, ni siquiera figuramos en la lista de los códigos para hacer llamadas al extranjero.
Los templos me impresionan. Son reverenciosos los Tai, saludan de palmas juntas e inclinación, hay que sacarse los zapatos para entrar a los templos, casas, negocios y según el Edo, al caminar sobre pisos de madera. Es probable que sume a mi lista de heridas y lesiones un par de hongos de pie.
En el último templo que visitamos hoy un monje se me acercó, me dio la bienvenida y me preguntó el nombre dos veces."Carolina" debe ser bastante incomprensible, tanto o más que su propio nombre, que logré repertir en ese mismo momento y que al segundo siguiente se me olvidó por completo. Según el Edo el monje se enamoró perdidamente de mi y quería que puro me quedara a vivir con él.
En ese mismo templo, de repente vimos a un señor que estaba sentado entre medio de un conjunto de esculturas a escala, meditando. Creemos que era un monje importantísimo. Parecía inerte, lo único que lo diferenciaba de las esculturas era el color. Me da risa la que fue nuestra reacción, como de miedo, respeto e instinto de huida al chancho.
Se ofrenda comida, flores y plata. Yo quería mucho dejar una ofrenda como la gente, pero sólo teníamos algunas monedas huachas, que le dejé a una estatuilla en la que budha figuraba de jarra en mano.
Caminando fuimos a una feria en la que descubrimos la verdad de las cosas, la trastienda. Olores intensos, precariedad, descomposición, suciedad... hay un olor en particular que me carga, pero está presente en un par de comidas que venden habitualmente en la calle. Parece olor a ropa percán cocida, al parecer es un tipo de cebollín o tubérculo, aún no lo descubro.
Fuimos a almorzar a un restaurante super pituco y nos dieron a probar distintos tipos de carne, entre ellas, una que no lográbamos identificar y que al preguntar era "polk".No me gusta como comen el pescado acá, porque es procesado, no fresco. El arroz lo comen para todo, y sin gota de nada. Esta comida nos salió como 15 lucas y es lejos lo más caro que hemos pagado en chiang mai, donde en general todo cuesta alrededor de 1500 pesos.
Pucha, no he logrado encontrar artesanía que me guste, excepto por unos zapatos que me encataron pero no estoy segura de lograr pasar por el aeropuerto porque tienen un tejido con una especie de cáñamo en la suela.
Parece que mañana vamos a tomar clases de comida tai, que es algo que el Edo quería hacer desde Chile (junto con subirse a un elefante).

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