lunes, 17 de enero de 2011

14 de enero de 2011

Hoy fuimos de paseo a los túneles de Cuchi. La ida fue en lancha, y estuvo lindo el viaje. A medio camino nos dejaron salir afuera, de chela en mano. Iban dos australianos, uno de los cuales dele con meterme conversa, que yo era igual que su amiga, que también se llamaba Carolina, que también era chilena, que me quería sacar una foto para mostrársela. Igual fue entretenido porque no me quedó otra que lanzarme a hablar en inglés. Se hizo lo que se pudo.

En Cuchi, la resistencia fue dura y hubo un menor número de muertes comparativamente con otros sectores de Vietnam debido a que se las arreglaron para vivir la vida bajo tierra. Es impresionante lo que hicieron, gente de campo con una visión y sentido ingenieril superior.Construyeron alrededor de 10 kilómetros de túneles, con habitaciones para cocinar, dormir, enseñar a los niños, guardar cosas...

El Edo se metió a un escondite, camuflado. Había que introducirse en un hoyo en el que cabes justito, luego hay que encuclillarse y poner la tapa arriba, mientras los demás te ponen hojas encima. Desapareces totalmente. Había una muestra de trampas construidas por los vietnamitas para su protección. Eran violentísimas, diseñadas para atrapar y destrozar el cuerpo del enemigo. Había también un campo de tiro en que era posible comprar y disparar balas por dos dólares, incluso podías escoger el arma. Ninguno de nos lo hizo. gual esto era heavy porque durante todo el tour estuvimos con disparos de banda sonora, lo que me hacía encoger la guata. Vi también cómo se hace el papel de arroz (es como hacer panqueques) y cómo se separa el arroz de su cáscara.

Finalmente, el objetivo del paseo: hacer un trayecto de los túneles. Una experiencia asfixiante y claustrofóbica a cagar. Yo a la entrada ya quería huir, porque de verdad eran pequeños y a ratos, totalmente oscuros. Cada 30 metros había una salida, y con esa información más con la condición de que el Edo fuera adelante, me metí. Casi no cabía, tuve que caminar media en cuclillas y agachada, quedé toda rasmillada y salí a la primera posibilidad, pa la cagá. Me siguieron el Edo, Romo y la Bea. El Wentz y la Nico, que son todo terreno y aperradísimos hicieron el recorrido completo, de 120 metros. Se pasaron, los aplaudimos al salir.

Entre la vuelta y el aeropuerto, fuimos a almorzar y vitrinear un poquito y me encontré con unos audífonos y bolso de TV que son una maravilla y lo más lindo que me he compardo en la vida. Ahora estamos en el aeropuerto, esperando para partir a Bangkok (Tailandia) y de ahí a Phuket. PLA-YI-TA.

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