domingo, 16 de enero de 2011

12 de enero de 2011

Al día siguiente fuimos a desayunar fuera y recorrer lo que era recorrible, aunque Hue es nuestra ciudad de pasada no más. Fuimos a la ciudad "prohibida" (no "perdida" como dicen aquellos que traducen con la primera palabra que se les viene a la mente), que es una parte de Hue en la que está el palacio en que
habitó el emperador de la dinastía Nguyen y su corte hasta mil 1945.

En el viaje vimos hartos cementerios. La hitoria dice que murieron acá 10.000 personas, en su mayoría civiles, producto de la invasión norteamericana. En realidad los vietnamitas son un pueblo bastante sufrido y acosado, por los franceses (de los que fueron colonia), por los japoneses y por los gringos. Por esto, Ho Chi Minh es tan venerado. Él movilizó al pueblo para sacar de su país a estos invasores.

Volviendo al palacio... impresionante y nuevamente fotografiable cada centímetro. Antes de poder entrar nos pasearon 1 hora en tuk tuk cicletero, no motoquero. Estuvo entretenido aunque para mi no dejó de ser raro ser llevada y cargada por alguien mediando esfuerzo físico.

De vuelta fuimos a almorzar a Omar, un restaurante indio. Esta comida sí que me gustó mucho.

Nota del Edo: Los chiquillos conversaban que la gente de la Lonely Planet es harto pajera. La razón principal era que los datos que figuran en la guía sólo hacen referencia a un par de cuadras de cada ciudad, donde están los hoteles y todos los restaurantes recomendados. También creen que lo que hacen los encargados es sólo mirar el menu, la pinta y la onda de los bares y restaurantes para hacer sus comentarios.

Ahora estamos en el aeropuerto esperado vuelo a Ho Chi Minh, también conocida como Saigón, que nos han dicho que es el paraíso del matute. Hasta ahí vamos con los cabros, porque luego ellos siguen hacia Cambodia, a Angkor Wat, destino que nos vamos a saltar, ya que con el Edo dijimos "Al diablo!" y nos vamos derechito a playear a Tailandia. MERECIDO.
...

Llegamos al aeropuerto de Saigón y la mochila del Edo salió al último y con olor a pescao. Al parecer una de las cajas chocopanderas con comida de alguien, chorreó. Qué paja.

Bueno. Antes de subir al avión, durante y después, la Bea había agarrado un pretendiente vietnamita que la miraba de manera persistente y sistemática. A la bajada del avión el mino le hizo un conejito con la mano y asintió, con coquetería. Super freak.

Llegamos al dichoso hotel de Madam Cuc, que resultó ser una imperialista del turismo. Por super poca plata, te ofrece alojamiento, transporte, tours, y en realidad lo que quieras o necesites.

Lo bueno: desayuno y cena al gratín.
Lo malo: Subir a una habitación en el sexto piso, sin escalera.

Al menos las mochilas las subieron por medio de un moderno mecanismo de gancho, piola y polea. La habitación que nos tocó era chica, pero hiper armada para la ventilación... menos mal, porque el clima acá es demencialmente húmedo.

En la noche salimos a tomar unas chelas. El barrio en que nos quedamos es como bellavista-suecia, tiene una onda que te hace sentir medio inseguro (mucha prostitución), pero bueno, no pasa nada si uno anda con los concuidados.Lo pasamos bien, tomé un tequila sunrise sin gusto a nada y luego me tomé otro. Cero efecto. Descubrimos que en Vienam los fuertes que te venden son de producción propia, y tienen un dejo final que huele a rayos.

Al día siguiente fuimos de paseo en la mañana, fuimos al mercado, la feria callejera, a algo así como la Moneda y finiquitamos en el muse de la guerra. Entre medio almorzamos en un café en el que atendían como el hoyo. Lo que salvó el mal rato fue el Edo diciendo que el viejo que estaba sin polera y con dockers estaba en tenida semiformal.

Caminamos más que Kung Fu. Los chiquillos le dan firme a la caminata, pero sin descanso po. Yo estaba super cansada pero le dí no más, sin conversar mucho para reservar energía.

El museo de la guerra. Fue una cachetada con vuelo. En la primera sala en la que entré, en la mitad ya sentía flaquear las piernas... testimonios fotográficos del antes, durante y después de la guerra, sin anestesia. Menos mal las fotos eran en blanco y negro y algo borrosas, porque el nivel de hiperrealidad al que te trasnportaban era abismante. Muchas de esas fotos me hicieron pensar en Chile, el dolor encarnado en la cara de las madres con hijos muertos o desaparecidos.

Cifras escandalosas: 3 millones de muertos. Qué pensarán los vietnamitas frente a un turista estadounidense? Qué pénsará un gringo viendo a su compatriota agarrando un pedazo de cuerpo vietnamita destartalado como si fuera un trapo?

Me afectó física y espiritualmente. Tuve que salir un momento, pero volví  terminé el recorrido. A la salida eso sí, necesitaba un rato sin el grupo, sólo con el Edo. Eso hicimos, nos reconfortamos con un cafecito, descansamos un poco y más tarde nos encontramos con los chiquillos a tomar un copete, yo ya de mejor disposición.

La Bea no fue porque estaba medio afectada de la amígdala. Fuimos en taxi a un bar, que se llama Acoustic, pero no nos quedamos ahí porque estaba repleto y la banda que tocaba era de unos viejos gringos con onda rokera pop indefinida.

Buscando otro lugar encontramos un café en el que entre penumbras se veía a un gordito nativo cantando karaoke. Afuera una mujer entera curvilínea y de gala nos invitó a pasar. Nosotros dudábamos porque andábamos vestidos al lotijuai, pero finalmente, le dimos. Fue lejos, lejos, la experiencia más bizarra que he vivido por estos lares.

1° Nos sirvieron chela con hielo. Cada vez que el mozo te rellenaba el vaso, aprovechaba de darte hielo adicional.
2° La onda era hueca, pero de verdad.
3° No vendían nada más que café, bebidas y cervezas. Nada para el mastique, excepto yoghurt y fruta.
4° Deicidimos que el Edo cantaría y lo hizo. Eligió "Dos Gardenias", pero el que estaba al órgano (era con música en vivo, pos oye) y le puso ritmo de balada. El Edo improvisó y le salió el despipe. Fue uno de los que recibió más flores y aplausos en la noche. Le habían sugerido que cantara El Cóndor Pasa, pero no nos pareció.

Me encantó, porque la gente fue super hospitalaria, amistosa y buena onda. De repente, demasiado: por ejemplo, a la llegada un gordito invitaba a Romo insistentemente a tomar chela de su vaso. El mismo dueño del local nos pregutó quénos parecía, si estaba todo bien. Teníamos el local entero revolucionado y en un momento pensamos que no nos iban a dejar ir.

En la mesa de al lado había un viejo que parecía estar de pijama que era un payaso absoluto (tipo Cuchara). Tras la interpretación brillante de una de las chiquillas este ridículo se puso de pie, se dio vuelta hacia el público con dos franjas de servilleta bajo los ojos, e hizo como que lloraba (como mono animado chino). Nos cagamos de la risa.

Salimos de ahí felices, entusiasmados y con mucho que contar.

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