domingo, 9 de enero de 2011

27 de diciembre de 2010

La primera buena noticia:
Fue chistoso. Cuando demoró la encargada del check-in con nuestro boleto, temimos lo peor. Efectivamente al parecer el vuelo estaba sobrevendido. Bromeamos diciendo que nos moverían a business class y yo dije "te imaginai? nos digan 'pero sólo tenemos un asiento'"... decidimos cagados de la risa que si nos tocaba, lo repartiríamos. Dicho y hecho: le tocó el asiento en ejecutiva al Edo. Él partió y cenó allá, y luego, a media madrugada fue a buscarme, cambiamos y terminé de dormir y desayuné allá. Las azafatas estaban todas cocorocas por el gesto de mi marido, tan tierno, preocupado, que quería renunciar al privilegio para estar conmigo... en fin, puras flores.
Hay que decir que es otra cosa primera clase, pero más que nada, por poder dormir horizontal. Igual en la cola del avión no estábamos tan mal porque el que iba a mi lado, tras hacer gestiones para cambiarse y quedar con su pareja, dejó el asiento desocupado, lo que agregó algo de espacio para el estiramiento ocasional.Era cuático pensar que el Edo iba tan adelante y yo tan atrás, las fantasías de LOST me bombardearon el seso un buen rato. Qué idiota.
Llegamos al aeropuerto de Nueva Zelanda para hacer trasbordo, y nos impresionó. De entrada, encontramos a la gente muy amable, todos más bien viejos. Pero el  del check-in era un pesado. A un grupo de chilenos les hizo problema y luego retonéo al Edo con esto de que los "latinoamericans", todo porque no cachamos un procedimiento se hizo entero mala sangre. No nos atrevimos a confrontarlo al percibirnos en una relación tan vertical, aunque estábamos en nuestro derecho de hacerlo y podríamos haberlo acusado de actitud discriminatoria.

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